LOS SOFISTAS
El término "sofista" designa
un conjunto de pensadores que asumen el protagonismo intelectual de Atenas
durante la segunda mitad de siglo V a.C.; por tanto, a partir de la
instauración radical de la democracia. Los más importantes fueron extranjeros:
Protágoras de Abdera, Gorgias de Leontino, Hipias de Elide, Pródico de Queos y
Trasímaco de Calcedón. Solamente Critias y Antifón eran oriundos de Atenas.
La palabra "sofista" (sofisthv)
está emparentada con sophós y sophía, términos que se traducen
comúnmente por "sabio" y "sabiduría". Arístides dice
expresamente que Solón, Pitágoras, Sócrates y hasta el mismo Platón fueron
llamados sofistas, sin contar con que Androción, un discípulo de Isócrates, es el
autor de un escrito titulado Sócrates, sofista. Por ello, Arístides
planteó el problema de cómo habría que llamar a los sofistas si Sócrates era
calificado de sofista. "Sofista" fue durante mucho tiempo un
calificativo elogioso en el siglo V, pero poco a poco fue adquiriendo un
sentido desfavorable. Aristófanes, por ejemplo, trazó en Las Nubes la
caricatura del sofista, en la que hizo resaltar su habilidad para pronunciar un
discurso justo y otro injusto sobre el mismo tema; y Jenofonte criticó su vanalidad
cuando los definió como comerciantes de la sabiduría. Pero fue con Platón
cuando comenzó a darse al término un sentido estrictamente peyorativo, que
sería posteriormente reforzado por Aristóteles, quien escribió que la sofística
era una sabiduría aparente (fainomenhv sofiva). Platón pone de relieve
su vanidad al llamarlos "cazadores interesados de gentes ricas, vendedores
caros de ciencia no real, sino aparente". Aristóteles los califica de
"traficantes en sabiduría aparente, pero no real". A pesar de
este sentido peyorativo derivado de Platón y de Aristóteles, el significado de
"sofista" como maestro o sabio persistió hasta el final del mundo
antiguo, especialmente dentro de las escuelas filosóficas organizadas para la
enseñanza.
2.
VERDADEROS SOFISTAS
Frente a los historiadores de principios
del siglo XIX, que tendieron a considerar la sofística en un sentido muy
amplio, Zeller inició una orientación restrictiva, que ha sido seguida por la
mayor parte de los historiadores: Protágoras, Gorgias, Hipias, Pródico, Polo,
Trasímaco, Critias y Antifón. A partir de esta concepción restringida de
Zeller, Ueberweg los clasificó en sofistas anteriores (la figuras mayores:
Protágoras, Gorgias, Hipias, Pródico y los llamados sofistas creadores) y
sofistas posteriores (las figuras menores: Polo, Trasímaco, Calicles y
Antifón), y Th. Gomperz, aunque no estableció ninguna clasificación, trató a
Protágoras y a Gorgias separadamente como figuras principales, mientras que
consideró al resto como grupo secundario. M. C. Naham dividió a los sofistas en
sofistas de la cultura (Protágoras y Gorgias) y sofistas de la erística
(Trasímaco, Calicles, Critias). Los caracteres comunes que ofrece hoy la
historia de la filosofía de los llamados, a partir de Zeller,
"sofistas" pueden referirse bien a su forma de vida, o bien a su
forma de pensamiento o filosofía.
3.
CARACTERÍSTICAS DE LOS SOFISTAS
3.1.
FORMA DE VIDADesde el punto de vista de su forma de vida, los sofistas fueron:
·
1. Maestros en
la enseñanza de la virtud (areté). Areté significaba para los
griegos "excelencia", plenitud de desarrollo de las cualidades y
potencias propias de un individuo. En líneas generales, el pensamiento de la
aristocracia estaba centrado en la idea de la areté, la excelencia del
hombre. Hay hombres que tienen una areté superior: valor guerrero, éxito
en el deporte, acierto instintivo en los juicios; en general, cierto tipo de
superioridad en algo. Esta areté es cosa de herencia, se da en toda la
clase aristocrática y, en mayor medida, en ciertos de sus miembros. Esto es lo
que pensaban los héroes de Homero o de Píndaro. Pero ya en el mismo Homero se
da la aceptación de ciertos límites a esta moral agonal que proponía como ideal
humano el sobrepasar en todo a los demás, incluso en poder político y riqueza.
Los dioses, Zeus sobre todo, veían con malos ojos ciertos abusos: el matar
dentro de la familia, las relaciones incestuosas, el abusar de las mujeres, de
los sacerdotes o de los débiles. Tanto Homero como Hesíodo y Solón explicaban
cómo tarde o temprano Zeus castigaba estos desmanes. Una intensificación de
este modo de pensar es la moral basada en el ideal de moderación y
autolimitación, de sophrosyne y metron ("medida"), que
en el siglo VI se extendió a partir de Delfos, el santuario de Apolo, y que
permanecerá asociado a la sabiduría de los Siete Sabios de Grecia. Pero ¿qué areté
enseñaban los sofistas? Puesto que las capacidades a desarrollar por el hombre
son muchas, ¿cuáles eran las que pretendían desarrollar con sus enseñanzas?
Protágoras afirmaba con rotundidad que el objetivo de sus enseñanzas era
convertir a los hombres en buenos ciudadanos o, lo que es lo mismo, en
ciudadanos excelentes. El problema era entonces qué debía entenderse por ciudadano
excelente.
·
2. Los sofistas
fueron los primeros profesionales de la enseñanza, y cobraron
generalmente como tales importantes sumas de dinero. Este profesionalismo
suscitaba animadversión hacia ellos en muchos atenienses: de una parte, en los
aristócratas de viejo cuño, porque la areté, según éstos, no se enseñaba
sino que era algo propio de la nobleza, connatural y heredado; de otra parte,
en muchos demócratas, porque consideraban que la areté se aprendía
solamente dentro de la polis: la verdadera educadora era la comunidad,
sus instituciones y sus leyes.
·
3. Fueron maestros
con un proyecto bien definido y sistemático de educación. No se limitaban a dar
conferencias, en las que contestaban a las preguntas que se les hacía, y a
realizar debates ocasionales de exhibición, sino que impartían cursos completos
en los que se incluían cuestiones correspondientes a lo que hoy se llaman
disciplinas humanísticas, que escribieron en tratados que llamaron tekhnai
o artes.
·
4. Y también fueron
maestros que enseñaban con el fin de proporcionar técnicas de discusión y de
elocuencia a los jóvenes, es decir, técnicas encaminadas al dominio de la
palabra, del logos, para que fueran capaces de refutar al adversario
político con el poder de la palabra.
3.2.
FORMA DE PENSAR
Desde el punto de vista de su forma de
pensar, son dos los rasgos que convienen al movimiento sofista en su conjunto
como más significativos: su individualismo y su relativismo.
·
En primer lugar, el
individualismo. Según la definición del Diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua, "individualismo" es cualquiera de las
doctrinas o corrientes filosóficas que consideran al individuo como fundamento
y fin de todas las leyes y relaciones morales y políticas. Así lo hacían los
sofistas. Entre las doctrinas político morales de los sofistas figura como la
más característica e importante su afirmación de que tanto las instituciones
políticas como las normas e ideas morales vigentes en una sociedad eran
convencionales. Dicho conjunto de normas e instituciones políticas
establecidas, por las cuales se rige una comunidad humana, recibía entre los
griegos el nombre de nomos.
3.2.1.
Nomos
Al
preguntarse por el origen de estas leyes e instituciones propias de toda
comunidad humana, los griegos anteriores a los sofistas habían dado dos
respuestas. Para el pensamiento mítico religioso, su fundamento y procedencia
estaba en los dioses, que las habían dado a los humanos. Para algunos
presocráticos, como por ejemplo Heráclito, el origen y fundamento del orden
propio del Estado se encontraba en la vinculación que mantenía con el orden del
universo.
Eran también convencionales, en segundo lugar, las normas
morales. El convencionalismo de las normas morales significaba, según los
sofistas, que lo que se considera bueno y malo, justo e injusto, loable o
reprensible, no es fijo, absoluto, universalmente válido, inmutable. Llegaron a
esta conclusión a través de un doble argumento. En primer lugar, la falta de
unanimidad acerca de lo que sea bueno, justo, honesto. Esta falta de consenso
se manifiesta en dos hechos: al comparar unos pueblos con otros y al comparar
los criterios morales de individuos y grupos distintos dentro de una misma
sociedad. En segundo lugar, los sofistas solían establecer una comparación
entre las leyes y normas morales vigentes y la propia naturaleza humana. Esta
comparación nos muestra que lo único verdaderamente absoluto e inmutable, común
a todos los hombres, es la naturaleza humana. Pero siendo ésta dinámica, es
decir, principio de operaciones, sólo podremos conocer la naturaleza humana
observando el modo propio de comportamiento de los hombres. Pero puesto que
nuestro comportamiento se debe en gran parte al aprendizaje, a normas y hábitos
que hemos interiorizado a lo largo de nuestra vida, resulta que lo natural en
el hombre solamente lo hallaremos si eliminamos todo lo que hemos adquirido
mediante la enseñanza. Los sofistas de la segunda generación, como Calicles y
Trasímaco, tomaron como modelo de la naturaleza, cuando se ha eliminado la
cultura, al niño y al animal. De esos dos modelos dedujeron que sólo hay dos
normas naturales de comportamiento: la búsqueda del placer, propia de los niños
que lloran con el dolor y sonríen felices cuando experimentan placer, y el
dominio del más fuerte, propio de los animales, entre los que el macho más
fuerte domina a los demás.
En conclusión, para todos los sofistas las normas morales
vigentes son convencionales, pero mientras que para algunos (Protágoras) son
producto del acuerdo, pero no antinaturales, para otros (Calicles y Trasímaco)
además de convencionales son antinaturales.
·
El segundo rasgo
característico conveniente al movimiento sofista es el relativismo.
Relativismo se dice, según el Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua, en primer lugar, de la tendencia gnoseológica que rechaza toda verdad
absoluta y declara que la verdad o, mejor dicho, la validez del juicio depende
de las condiciones o circunstancias en que es enunciado. En segundo lugar se
dice de la tendencia ética que hace el bien y el mal dependientes asimismo de
circunstancias.
La famosa frase del sofista Protágoras, "El
hombre es la medida de todas las cosas: de las que son, que son y de las que no
son, que no son", con la que comienza solemnemente su obra más
importante, contiene dos elementos característicos no sólo de su propia
filosofía, sino en líneas generales de todos los sofistas:
· un programa
de pensamiento con el que se propone sustituir la orientación
especulativa de los filósofos físicos anteriores.
· contiene una tesis
sobre las cosas y el conocimiento de las cosas.
La tesis de Protágoras sobre las cosas y el conocimiento
humano significa que la medida de todas las cosas es cada individuo, o bien,
cada grupo particular de individuos que comparten los mismos pareceres porque
las cosas les aparecen del mismo modo. Esta tesis significa en primer lugar la
identificación del ser con la apariencia: lo que es para mí (lo que me parece)
es para mí. Protágoras borra la distinción de Parménides entre ser y
apariencia, entre lo que es y lo que parece que es. En segundo lugar significa
el relativismo del ser, es decir, lo que las cosas son es relativo a cada
individuo o grupo, puesto que son lo que a ellos les parece. En tercer lugar,
el relativismo de la verdad: la verdad es relativa a cada individuo o grupo,
por tanto, todas las opiniones son verdaderas. Este relativismo de Protágoras
se extiende a todos los ámbitos de la experiencia humana: conocimiento sensible
e intelectual, juicios de hecho y predicados de valor (justo, injusto, etc.).
Respecto al programa contenido en la famosa frase, tiene
dos perspectivas. Por una parte es limitativo, es decir, expresa
negativamente los límites de su pretensión filosófica. Por otra, proyecta una
vía positiva de acción teórica. Negativamente, y frente a la orientación
de los filósofos del periodo físico, que pretendían conocer los principios
últimos de la realidad de las cosas, Protágoras indica que él no intenta
rebasar el ámbito de la experiencia humana, ni la búsqueda inútil de principios
últimos, ni el objetivo imposible de conocer las cosas en sí mismas. Puede
decirse en este sentido que Protágoras era un empirista en sentido amplio del
término. Positivamente, la frase-programa conlleva la indicación de ocuparse de
las cosas, no en sí mismas, sino en tanto que afectan al hombre, a los hombres,
en tanto que son beneficiosas o perjudiciales para ellos. En este sentido puede
ser considerado un pragmatista.
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